Anécdotas Escolares
Historia de un (primer) gallardete escolar
Una de las actividades extracurriculares más destacadas de la época escolar eran, sin lugar a dudas, los desfiles. Amados por algunos, pero muy odiados por muchos más. Yo me enteré de su existencia una mañana de junio de 1985. Cursaba por entonces Tercero de Secundaria. Creo recordar al profesor Víctor Tenorio entrando al salón con su clásica regla de madera en mano, junto a Don Juan y su característica sonrisa malévola. Aquella que esbozaba cuando tramaba algo. "¡Ya Víctor!, que vayan al patio" alcanzó a decir con su singular entusiasmo. Minutos después ya estábamos frente al Pabellón Confucio, integrados con muchos compañeros de cuarto y quinto. Ellos, a diferencia nuestra, parecían saber de qué se trataba la historia. En ese momento nos explican que en julio se venía el desfile escolar por el aniversario del distrito de Breña y que íbamos a participar, habiendo inclusive premio para el primer puesto. Sonaba interesante, pero a la vez aterrador. Eso de que un día saldríamos del colegio en hora de clase entusiasmaba, pero definitivamente debía tener su truco. Ya lo sabriamos más adelante, tal vez...
Lo que vino luego fueron algunos ensayos y los primeros descartados, usualmente los de talla más baja. Con los altos se luchaba hasta el final, sabiendo que varios podian fallar a propósito, para escapar de la responsabilidad... Días después, conforme se acercaba el día, empezamos los ensayos con nuestra laureada banda de música. Era todo un acontecimiento, realmente. Acto seguido vinieron las primeras presentaciones en la Plaza de la Bandera, usualmente domingos, que terminaban siendo casi un ensayo para lo que vendría luego...
Finalmente, llego el día. Todos embarcados en la movilidad amarilla hasta el cruce de la Avenida Arica con el Jirón Breña. Esa era la ubicación asignada para la espera. Que, dicho sea de paso, resultaba interminable. Chicos y chicas por igual, bien desayunados, integrando sus propios batallones y sin romper jamás la formación. Hasta que, de pronto, mientras esperábamos que la escolta y nuestra banda de música regresasen de la ceremonia inaugural, escuchamos las arengas de los alumnos de La Salle, Mariano Melgar y algunos más. Levantamos un poco la mirada sobre los expectadores reunidos para la ocasión, y fue entonces cuando alcanzamos a ver la impecable marcha de los otros escolares del distrito. Fue impactante y, a la vez, aterrador. Esos colegios nos iban a pulverizar... Y, efectivamente, así fue. No alcanzó el entusiasmo ni la experiencia de la promoción 85. Nos masacraron. Sin embargo, la experiencia quedó...
Al año siguiente lideró la 86 y se nos integró la 88. Y, aunque nos fue un poquito mejor, nuevamente regresamos con las manos vacías. Aún nos faltaba algo más por pulir. A estas alturas puedo decir que los desfiles parecían ser indiferentes para los de mi promoción, la 87. Asi que, para el año de nuestra despedida (ya éramos los de quinto), lo más probale era que se mantuviese la tendencia... Aquella vez nos preparamos de la manera habitual, integrando a algunos compañeros de la 89. No muchos, porque los de la 87 y 88 éramos numerosos. Recuerdo al gigante Azabache, que era la novedad y la joven promesa, pero ese no era su momento y quedo fuera...
Y así, llegamos a nuestro último desfile. El mismo viaje. Las mismas esperas y las mismas arengas. ¿Será igual esta vez?... Miraba de reojo al resto y, en medio de la chacota, alcanzo a notar una conocida sonrisa malévola, la misma de Don Juan, pero que esta vez era nuestra. Minutos después desfilamos como nunca antes, ante el asombro de propios y extraños. Y aunque luego retornamos al colegio casi vitoreados por los vecinos de Breña, no nos dábamos cuenta que estábamos haciendo historia. Al día siguiente, a la hora de la salida, Don Juan toma el micro y anuncia orgulloso que habíamos ganado el primer gallardete en toda la historia del colegio. Sonreímos, nos miramos sin creerlo y casi tratamos de no mostrar interés... Pero, ¡que cuernos!, estabamos orgullosos caracho...
Este triunfo nos dio el derecho de desfilar días después, con nuestro gallardete, en el Campo de Marte (luego de presentarnos una última vez en la Plaza de la Bandera). Aquel acontecimiento término siendo nuestra gran despedida en la historia de los desfiles escolares. Una historia que, si bien no la iniciamos nosotros, la empezamos a escribir con letras doradas una fria mañana de julio de 1987...
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Andrés Ticerán, "Nacho" Arrese, Erwin Zarria, Napoleón Kcomt y Leonardo Chía, desfilando por última vez en la Plaza de la Bandera (Domingo 27 de Julio de 1987) |
Escrito por Erwin Zarria |